Es tu esencia la que me culmina en piedra;
Y es tu substancia, a veces amarga,
la que revierte mi sangre a vino;
Otras veces dulce, me anida
cuando en tu morada habita.
A gritos, nacidos de lenguas verdes,
lloran las hojas verdes lágrimas
al pecado de perderte en el alba;
Y sin pausa, con el idioma de la yerba,
exige tu nombre el trigo atardecido;
¡Y como guarda el firmamento
el perenne secreto oscuro de tu melena!
Y te miro, siempre desde dentro,
en el quicio de un instante cualquiera
mientras los años dispersan tu substancia
en el tiempo;
Así como el río cedió a los cantos su esencia.
Y me siento como humo sin hoguera,
como roca a la deriva, como espiga sin viento,
con la palabra vana y desmedida
luchando en eterno silencio contra las verdes hojas,
la noche negra y el trigo yermo.
Y es tu substancia, a veces amarga,
la que revierte mi sangre a vino;
Otras veces dulce, me anida
cuando en tu morada habita.
A gritos, nacidos de lenguas verdes,
lloran las hojas verdes lágrimas
al pecado de perderte en el alba;
Y sin pausa, con el idioma de la yerba,
exige tu nombre el trigo atardecido;
¡Y como guarda el firmamento
el perenne secreto oscuro de tu melena!
Y te miro, siempre desde dentro,
en el quicio de un instante cualquiera
mientras los años dispersan tu substancia
en el tiempo;
Así como el río cedió a los cantos su esencia.
Y me siento como humo sin hoguera,
como roca a la deriva, como espiga sin viento,
con la palabra vana y desmedida
luchando en eterno silencio contra las verdes hojas,
la noche negra y el trigo yermo.