Un cuori agitati que parla con toda la nada
y, pese a sus afectos de imperecedera miríada,
con tal magnitud y con medida e incertidumbre
nos sumimos en una entropía, que se resume en la carne del hombre.
El impoluto reflejo que te describe cabalmente
es el lecho acuoso de mi pupila, que difracta tu belleza
y te magnifica en un fragor incomprensible que embarga silente.
Tú lo ves al mirarme, yo lo siento al tocarte cual secreta caleza.
Y florezco con tal sentir bravío; Me creas como tu terruño,
que solo memorias dulces son las silabas de tu adiós inexorable.
¡Estaré ahí! Es el tatuaje perfecto para entender que no es imposible ningún sueño.
El marco de tu triste mirar, es mi proeza lejana, es mi destino encomiable.
No te abandones completamente, no me quiero perder.
Gaditana o rioplatense que mas da si el refugio del que provengo
es el mismo, es el redil que abruptamente me abrió las puertas del saber.
Y empapado de tu ser vivificador, cada vez que parpadeo,
La distancia me devora.
Tu aroma se perdió en el olvido.
Las semillas se borran de tu rastro,
sin embargo;
aquí sigo.
El campo añora tu presencia.
La brisa se olvido de mis sentidos.
Llora la noche lágrimas de lunas,
sin embargo;
aquí sigo.
Sueños rotos cortaron el vuelo.
Estallaron la mirada en espejismos.
Con el llanto haciéndose tormenta,
a tu espera,
aquí sigo.
Como francos escuderos de mi alma,
mis besos son las manos de un mendigo.
Arboles en guardia, secundan tu regreso.
Ya sin fuerzas,
aquí sigo.
Ante un nudo de senderos desprolijos,
tus pasos andarán nuestro camino.
No es posible que elijas otras manos,
si aquí sigo ...
con mis brazos extendidos.