Texto y voz: José Antonio Gómez Rojas (Jagomez)
Edición: José Antonio Gómez Rojas (Jagomez)
Consuelo
En la más cruel batalla de mi vida,
tu ambición y tu orgullo han vencido,
hoy quedo humillado y malherido,
con nada, perdido, sin salida.
El corazón, quien sufre las heridas,
llorando pide a gritos un sentido,
por seguir manteniendo sus latidos,
él paga un alto precio mis caídas.
Sin asomo de aliento ni esperanza,
entre un mar de ilusiones destrozadas,
intento que se olvide de su duelo;
rescato de mis penas una alianza,
alzo al oscuro cielo la mirada,
y le doy, mi promesa por consuelo.
Mi promesa
(Secuencia del poema anterior)
Al tiempo, en sus giros el destino,
de nuevo nos coloca frente a frente,
me dices que juzgando es inclemente,
la desgracia a tu vida sobrevino.
De unir al tuyo el llanto me domino,
escuchando lo sola que te sientes,
lo tanto que sincera te arrepientes,
por el daño sembrado en el camino.
Cuando me has pedido que regrese,
terminar con tus días de amargura,
cual rayo te fulmina la sorpresa,
tu adiós en cruel verdugo reaparece;
ya a mi lado me abraza con ternura,
la mujer que dió vida a mi promesa.
En la más cruel batalla de mi vida,
tu ambición y tu orgullo han vencido,
hoy quedo humillado y malherido,
con nada, perdido, sin salida.
El corazón, quien sufre las heridas,
llorando pide a gritos un sentido,
por seguir manteniendo sus latidos,
él paga un alto precio mis caídas.
Sin asomo de aliento ni esperanza,
entre un mar de ilusiones destrozadas,
intento que se olvide de su duelo;
rescato de mis penas una alianza,
alzo al oscuro cielo la mirada,
y le doy, mi promesa por consuelo.
Mi promesa
(Secuencia del poema anterior)
Al tiempo, en sus giros el destino,
de nuevo nos coloca frente a frente,
me dices que juzgando es inclemente,
la desgracia a tu vida sobrevino.
De unir al tuyo el llanto me domino,
escuchando lo sola que te sientes,
lo tanto que sincera te arrepientes,
por el daño sembrado en el camino.
Cuando me has pedido que regrese,
terminar con tus días de amargura,
cual rayo te fulmina la sorpresa,
tu adiós en cruel verdugo reaparece;
ya a mi lado me abraza con ternura,
la mujer que dió vida a mi promesa.
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